25 octubre, 2008

Resonancia invisible

En la costa del mar, donde, según dicen, habitaban los mensajero del dios del océano, Axilöff, estaba invadiendo un risueño canto, voz dulzor e inocente.
La playa de lisa arena, desprendida por un suave oro del cielo, estaba en estado yerma. No más se podían ver huellas de pie, alineadas en curva, dirigidas hacia el agua.
Un paso más allá de la profundidad, había un pequeño barco en el cual una damicela cantaba y reía, allí estaban los mensajeros de Axilöff; aquellos delfines, danzaban alrededor de la damicela dando vueltas entre el espacio atmosférico y acuático, para acompañar a su cantar.
El ocaso en el oriente celeste estaba cayendo, dejando lugar a la tranquila noche, pero la joven seguía allí sin temor, contemplando el último dorado del azul y cantando con el baile de los fantásticos mensajero.

¿Quién diría que una tan tierna sonrisa es hija de un maligno immortal?

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